viernes, 25 de mayo de 2012

VIEJO REFUGIO.


Dichoso amanecer, ha salido el sol.
Aprovecha la mañana
fresquita y asoleada el ruiseñor,
aleteando majestuoso en tu ventana.

Vagaba, buscando los lindos senderos
que la naturaleza por momentos ocultó;
encontrar tu casa, mi próximo paradero,
último refugio que la ventisca dejó.

Mientras brota el agua del risco nevado,
abriéndose camino entre ramas perdidas,
observo los nubarrones ya alejados,
que dejaron los campos pobres,  sin vidas.

Era el más hermoso paraje conocido.
Tierra virgen, poderosa,
que los dioses sacaron del olvido
para entregarnos su savia generosa.

Dejó en ruina las mieses cultivadas
de los ricos valles del pastoreo,
no respetó ruegos en su pasada,
sólo calamidad en el campo veo.

Fue tu casa una luz en la pradera.
El nido obligado de nuestro arrullo.
Si, era la imagen fiel, duradera,
que el viento lo grita en un murmullo.

Al vaivén de la enmohecida puerta,
diviso quebrado el viejo jarrón,
abrazado por la enredadera muerta
en la entrada del frondoso parrón.

Sólo ruinas, junto al hermoso  jardín,
el amado lugar, que era toda tu vida;
todo arrasado, sin piedad en el confín,
dejando en el lugar sombras perdidas.

Y de estas sombras, algo bello me llevo,
una visión fugaz del pasado
y una vieja foto donde feliz sonríes,
recordando un tiempo muy amado.

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